martes, febrero 17, 2009

Teología y Liberación

Foro Mundial de Teología y Liberación
2009-02-13
Desde sus inicios, a finales de los años 60 del siglo pasado, este tipo de teología nació del esfuerzo por articular el discurso de la fe con el discurso de la sociedad en la perspectiva de los oprimidos. Su marca registrada fue y sigue siendo la «opción por los pobres y contra la pobreza». La perspectiva era y es global, de suerte que ya en los años 70 se organizaron los primeros Foros Mundiales de la Teología de la Liberación en Chicago, en México y en Brasil y continuaron hasta que la ceguera de sectores poderosos del Vaticano los prohibió. Como son ecuménicos por naturaleza, los foros siguieron realizándose regionalmente.
La aparición de los Foros Sociales Mundiales a partir del año 2001 proporcionó el espacio público para continuar estos encuentros globales, el primero en Porto Alegre en 2005, el segundo en Nairobi en 2007 y el tercero ahora en Belém.
Se perfiló mejor el estilo de la reflexión. En vez de hablar simplemente de Teología de la Liberación y resucitar así las discusiones del pasado, se prefirió hablar de Teología y Liberación. El sentido es confrontar la fe reflexionada y crítica (teología) con las formas de la opresión, que presentan las más diferentes caras, desde los niños consumidos como carbón en la máquina productivista, hasta masacres como las de Gaza. El discurso no es intraeclesiástico, a favor o contra las iglesias, sino público, orientado a la sociedad mundial. La cuestión central no es discutir el futuro del cristianismo, sino qué contribución puede dar éste a los verdaderos problemas humanos como son la perpetuación de la pasión de los pobres, el calentamiento global y sus eventuales consecuencias perversas.
El cristianismo no puede ser un superego castrador de temas importantes de la agenda mundial; debe ser una fuente de inspiración y de osadía para cuestionar el paradigma civilizatorio dominante que convierte a todos —ricos y pobres— en oprimidos, ahogados en el consumismo de bienes materiales, sin sentido de solidaridad y de cuidado hacia nuestro patrimonio común que es el planeta Tierra. Pero principalmente puede mostrarse fecundo en el compromiso, junto con los movimientos sociales —los verdaderos nuevos actores—, en el combate al sistema del capital productor de grandes injusticias, en la lucha por la tierra, negada a las grandes mayorías, y en la búsqueda de alternativas de producción y de vida.
Con razón es este tipo de cristianismo el único que posee mártires como la hermana Dorothy, el padre Jósimo y tanto otros en América Latina. De las burocracias eclesiásticas nunca salen místicos, santos ni mártires, sino solamente mediocres reproductores del establishment religioso.
En estos Foros de Teología y Liberación participaron más de mil personas venidas de todos los continentes, también de Europa y de Estados Unidos, lo que muestra la vitalidad de este tipo de pensamiento. Las autoridades doctrinarias del Vaticano se engañan cuando imaginan que con su disciplina han liquidado la Teología de la Liberación. Ésta nace del grito de la Tierra y de los pobres, y mientras sigan gritando habrá todas las razones del mundo para actuar de forma liberadora y elaborar a partir de ahí una teología. En cierta forma, sus intuiciones han pasado a ser patrimonio común del cristianismo contemporáneo, salvándolo del cinismo.
El tema de este año en Belém fue «Agua, Tierra y Ecología para otro mundo posible». Se partió de la confluencia de las distintas crisis, ligadas todas ellas a la falta de sostenibilidad del sistema-Tierra. El tema de la ecología se imponía. No como técnica de manejo de recursos escasos sino como nuevo paradigma de relación con la Tierra, considerada no como un medio de producción sino como un ser vivo, generador de toda la vida. Como dijo un discípulo de E. Morin, Patrick Viveret, biólogo y economista, en su conferencia «Un buen uso del fin de un mundo». Ahora se abre espacio para otro mundo no sólo posible sino necesario. El cristianismo está llamado a contribuir con su capital de respeto y de cuidado.


Leonardo Boff