viernes, diciembre 29, 2006

Fin de Año

Finaliza el año en Chile, caluroso en la zona central, revuelto en la zona política, con recuentos en TV, buenos propósitos para el año nuevo y una fiesta de consumo para pasar las fiestas como manda el mercado.

El año que se va nos trajo a una mujer a la Presidencia de la República, la que pese a los desaciertos de sus colaboradores mantiene un apoyo ciudadano en ascenso y aunque no hace gala de la oratoria de los políticos de carrera la gente la quiere y le demuestra su cariño donde quiera que vaya. Este año que expira se va con el peor gobernante que ha tenido Chile, Pinochet nos ha dejado llevándose a la tumba las respuestas a tantas preguntas que miles y miles siguen haciendóse. Pese a que el dictador está siendo sobreseido, post mortem, por sus crímenes, sus secuaces seguirán procesados y condenados mientras haya en el territorio personas com Hambre y Sed de Justicia.
El año que se va puso en las portadas a un Cardenal de la Iglesia Católica que asiste espiritualmente al dictador en su lecho de enfermo y le celebra un responso donde echamos de menos la palabra profética para denunciar los crimenes, los robos y todos los delitos del tirano. Entendiendo que el perdón no está limitado, tambien la verdad no debe tener mordaza sobre todo en una oportunidad en que era necesaria para ayudar a sanar el alma de Chile herida por Pinochet y sus colaboradores.
Los empresarios y economistas terminan contentos y pronostican crecimiento mayor al que augura el gobierno para el 2007, aunque crecimiento no significa necesariamente desarrollo.
Este año que se va hubo algunos atisbos de movilizaciones sociales, algunos gremios fueron capaces de levantarse y exigir su parte de la torta pero los que, sin duda marcaron el año fueron los estudiantes que pusieron, sobre sus demandas urgentes, temas de fondo como la calidad de la educación, el respeto a la dignidad de las personas, la riqueza de la expresión cultural de una generación infantilizada e invisibilizada por el sistema y la inequidad de una estructura económica que es considerada una de las mas injustas del mundo.
En lo personal veo a mis hijos e hijas, a sus amigos y miro con esperanza lo que viene, capaces de aceptar la diversidad, involucrados en acciones solidarias, no haciendo diferencias ni sociales ni etáreas en sus relaciones y en el compartir en definitiva mas libres para el compromiso. Puede que sea un grupo el que yo observo pero las movilizaciones de este año me dicen que son mas de lo que creemos y que llegarán a ocupar espacios de decisión para generar estructuras sociales mas justas.
Buenos deseos para todos, para los pobres de Chile que tengan más que un techo, para los hermanos bolivianos que afiancen su gobierno, para los hermanos peruanos residentes en Chile para que sean tratados como ciudadanos dignos y con derechos, para los niños palestinos para que los israelitas les reconozcan el derecho de vivir en paz, para los familiares de la víctimas de las dictaduras en esta patria latinoamericana que avancen en la justa reparación de sus dolores, para los gobernantes que le quieren torcer el rumbo al neoliberalismo para que los que sufren el hambre se puedan sentar a la mesa y alimentar no solo el estomago.
En fin para todo aquel que más allá de su credo, ideología o clase es militante de la causa de la paz, de los derechos humanos, de la no violencia, del desarrollo a escala humana sostenible, sustentable y accesible para todos.
UN ABRAZO.

domingo, diciembre 24, 2006

Navidad.

domingo, 24 de diciembre de 2006
Sao Paulo – Hubo un tiempo en que la Navidad era la celebración del cumpleaños de un niño nacido hace ya dos mil años, en que cristianos alrededor del planeta creían que era el hijo de Dios. Era un tiempo en que el mundo nos pertenecía por completo y nuestra manera de conmemorar era armando un pesebre en el mejor lugar de la casa. El resultado era un prodigio de licencias poéticas. El niño Jesús era más grande que el toro, las casitas incrustadas en las colinas de papel maché eran mas grandes que la Virgen. Había un trencito de plástico en el bucólico paisaje de Belén, un osito de peluche pegado a una rama de un árbol, y un guardia de tránsito dirigiendo un rebaño de ovejas por las calles de Jerusalén. Sobre todo eso había una estrella de papel dorado, que indicaba a los Reyes Magos el camino de la salvación. Era como de los grupos teatrales itinerantes, destartalados, pero se parecía a nosotros. Los juguetes que recibíamos, eran trompos, caballitos, pelotas de medias y muñecos de paño, y creíamos que eran traídos no por los Reyes Magos, como reza la tradición, sino que por el niño Jesús. Íbamos a dormir más temprano el 24 de Diciembre, para que los regalos llegaran rápido. No demoró mucho el que alguien se apresurara en contarnos la verdad. La decepción fue inmensa, no sólo porque creíamos que era el niño Jesús quien traía los juguetes, sino porque queríamos continuar creyendo eso. Nuestra infancia se acabó el día en que supimos esa verdad inútil. Luego dejaríamos de creer también que las cigüeñas traían a los bebés, y que las estrellas de mar son estrellas fugaces que saltan del firmamento para animar el silencio de los mares, donde las ostras viven cerradas y los peces mueren de soledad.El niño Jesús fue destronado, y en su lugar nos mandaron un viejo vestido de rojo, con larga barba blanca y la nariz roja de borracho. El nombre de este Viejo es Santa Claus, pero quedó conocido entre nosotros como Viejito Pascuero. Montado en un trineo lleno de juguetes importados, tirado por alces voladores. El usurpador rompió nuestra noche tropical bajo una fantástica tempestad de nieve. El nacimiento de Jesús se transformó en un negocio multinacional. La Navidad se convirtió en un mes de consumismo frenético, en que incorporamos a nuestras vidas una cultura de contrabando, que incluye nieve artificial, pavo relleno, frutas raras y ridículas canciones traducidas del inglés.La Noche Feliz se convirtió en una pesadilla. Los niños no logran dormir con una casa llena de borrachos persiguiendo a las mujeres, y con otros borrachos tendidos en el sofá del living. La noche de paz se transformó en una ocasión de encuentro de personas que apenas la aprovechan para poner al día gestos olvidados durante todo el año. Dar limosnas al mendigo que nadie nota, invitar a la cena a la vecina que quedó viuda o al tío esclerosado que nadie quiere tener cerca. Se convirtió en una noche de felicidad obligada, en la cual regalamos para ser regalados. Una noche para ser soportada, no más celebrada.Hasta los cristianos pasaron a celebrarlo de esa rara manera, como si desconociesen su verdadero significado original. Mucha gente incorporó la fiesta, no por creer en ella, sino que por el carrete, y otros porque insisten en torcer el rumbo de las cosas, hasta que nadie crea en nada más, y sigamos todos comprando y regalando sin motivo. A veces la fiesta termina en golpes y disparos, pero nadie se asusta. Como no se asusta cuando los niños, perdidos en la confusión, dicen que el Niño Jesús no nació en Belén, sino que en los Estados Unidos, donde nacen las personas importantes. Fuimos viviendo, o mejor dicho, empujando la vida, hundiéndonos en ese extraño letargo que nos impide recordar quiénes somos. Aprendimos a mentir y a engañarnos. Hasta el día siguiente, después de tanta obediencia ciega, en que fuimos despertados por aquellos aviones que parecían vivos, chocando contra dos torres allá en el norte, imbuidos de furia asesina, y las torres caen al son de un coro de voces distantes a decirnos cuánto ese mundo que inventamos es odiado. Cuando llega diciembre, sentimos nostalgia de aquellas navidades que nunca más fueron nuestras. Además, nos vamos a dormir más temprano ese día 24, pero ya no tenemos la seguridad de despertar vivos el día 25 para celebrar…. ¿qué cosa era, Dios mío?________________________________Marco LacerdaPeriodistaBrasil

jueves, diciembre 21, 2006

NAVIDAD



Navidad da lugar a ventas abrumadoras, felicitaciones con tarjetas apropiadas, intercambio de regalos, programas televisivos especiales, discursos de los mandatarios, salas de fiestas y comidas suculentas. Con razón puede decirse que uno de los protagonistas más destacados de la Navidad es hoy el consumo, polo opuesto a lo que es estrictamente la Navidad cristiana. Contrasta el nacimiento pobre de Jesús con el comercio navideño que nos invita al derroche. La Navidad primera fue solidaria, oculta, liberadora. La Navidad actual engendra consumismo, emulación y gastos desmedidos.


En los días navideños, que coinciden con el final del año viejo, se desorbita todo, quizá por ser un tiempo intensamente festivo, entrañable y popular. Hay obsesión por comprar regalos, sean teléfonos móviles y velas sugestivas, colonias y perfumes, corbatas y pañuelos, libros, vídeos y discos compactos. Se ven las calles abarrotadas de gente con bolsas vistosas, repletas de obsequios. En la Navidad comercial hay mucho ruido, música a todo volumen, consumismo y masificación. Como contrapartida, da trabajo extra a multitud de vendedores, conductores, carteros y barrenderos.


La Navidad cristiana

Ante la multiplicidad de significados navideños, los cristianos se preguntan por el sentido cristiano de la Navidad. Responden que su celebración exige voluntad de vivirla a la luz de la fe, en un clima de recogimiento y de paz, de cercanía, desprendimiento y amor. Litúrgicamente, Navidad pone el acento en las raíces subversivas del «Dios con nosotros», cercano a pastores y sabios y alejado de dominadores, adinerados, altaneros y poderosos. Celebra el alumbramiento de María, en peregrinación, de noche, con testigos pobres, en medio de alabanzas celestiales.
Para los cristianos creyentes y practicantes, Navidad es cercanía de Dios, adoración del Niño, opción por los pobres, memoria de solidaridad y apelación de fraternidad, libertad y paz. La Navidad cristiana se centra en la encamación del Salvador, en su compasión por la humanidad a la deriva, en su identificación con el pueblo sencillo, en su amor por todos. El sentido de la fiesta litúrgica navideña está en los relatos de la infancia de Jesús, que proclaman evangélicamente el nacimiento del Hijo de Dios.

lunes, diciembre 11, 2006

No más Pinochet 3.

En La Nación hoy 11 de diciembre de 2006

OPINIÓNAdiós, general
Y a no dudar, ahora que has muerto, ante nuestros ojos se abrirá una gran escena del perdón de muchos de tus compinches, una enorme teatralización del arrepentimiento. Cuánto de ello será auténtico, y no un simulacro calculado, un ritual automático o una caricatura, el país sabrá sopesarlo.

Manuel Guerrero Antequera
Sin gestos de arrepentimiento, de confesión, perdón o disculpas te encontraste finalmente con tu lado miserablemente humano. A pesar de todo el poder acumulado, de la riqueza ostentada y de la prepotencia ejercida hoy estás ahí reducido a la nada. Tu muerte nos muestra lo trivialmente humano que eras, y esta verdad duele reconocerla cuando todo lo que hiciste fue negar tal condición a los demás.
Entraste a nuestra infancia segando la existencia de nuestros padres; marcaste nuestro miedo al otro torturándonos; destrozaste cualquier noción de hogar allanándonos; provocaste la confusión en la construcción de nuestras identidades exiliándonos; interrumpiste una y otra vez nuestra formación expulsándonos de liceos y universidades; maniataste nuestros medios de expresión censurándonos; hiciste desaparecer la bohemia nocturna enviándonos a dormir con toques de queda… Ojalá hubieses sido una máquina o un animal para aceptar más fácilmente que en el espacio corto de una trayectoria de vida se puede provocar tanto mal.
Y ahora que estás próximo a convertirte en polvo y tierra, no puedo dejar de pensar en la risa del Checho Weibel antes de ser desaparecido; en los conciertos de piano de la Pachi Santibáñez antes de que tus secuaces le pegaran un balazo en la cabeza; en la sencillez valiente de los hermanos Vergara y tantos pobladores a quienes reprimiste sin misericordia; en la cámara fotográfica comprometida de Rodrigo Rojas cubriendo nuestras marchas de secundarios; en las reuniones clandestinas donde papá, antes de aparecer degollado, nos alentaba a que nos organizáramos y autoeducáramos más sin por ello dejar jamás de amar y vivir la vida intensamente.
Porque a pesar de tu fascismo sistemático, quienes tuvimos la fortuna de sumarnos a la lucha por la libertad y la dignidad salimos sencillamente menos dañados de tu régimen de terror, más querendones y fuertes. ¿Te debe resultar paradójico, no? El exilio nos hizo desear más nuestra patria y reinventar nuestra chilenidad desde una concepción internacionalista de la justicia social y los derechos humanos; las desapariciones y torturas generaron mayor conciencia de la fragilidad de lo individual, lo que llevó a organizarnos mejor y formar redes locales, regionales, nacionales y continentales. ¿Recuerdas que se te ocurrió prohibir interpretar música con instrumentos andinos, o publicar fotografías en los medios como “Apsi”, “Análisis”, “Cauce” y “Fortín Mapocho”, los que salían a la calle con recuadros en blanco? ¿Alguna vez creíste seriamente que esas medidas absurdas detendrían las ansias de verdad y justicia de todo un pueblo? ¿Cuando, por orden de los servicios secretos que tú dirigías, secuestraste a papá en 1976 realmente pensaste que nos quedaríamos tranquilos y que él, una vez libre, no denunciaría por todo el mundo las infamias que cometías contra tus propios compatriotas? ¿Acaso consideraste que asesinando a Víctor Jara su canto nuevo dejaría de crear conciencia social? ¿Que eliminando al Presidente Salvador Allende no se volverían a abrir las anchas alamedas?
Quizá en los últimos estertores de tu infame existencia autocentrada pensaste en el perdón. No en el perdón que jamás nació de ti, sino en el que, de tanto en tanto, se nos solicita que te otorguemos. Y a no dudar, ahora que has muerto, ante nuestros ojos se abrirá una gran escena del perdón de muchos de tus compinches, una enorme teatralización del arrepentimiento. Cuánto de ello será auténtico, y no un simulacro calculado, un ritual automático o una caricatura, el país sabrá sopesarlo. Pero los crímenes contra la humanidad son imperdonables, pues abusaste de tu propia humanidad matando lo más sagrado de lo viviente, lo divino en el hombre, asesinando a Dios hecho hombre o al hombre hecho Dios por Dios. No habrá ecología de la memoria alguna, ni escena de redención, reconciliación o esfuerzos de normalización del país que puedan provocar tu salvación o absolución. A pesar de tu propia amnistía ya estás condenado por siempre al castigo mayor al que jamás un ser humano podrá ser sometido tras de ti: ser Augusto Pinochet. Adiós, general, que disfrutes del infierno.

Nunca más Pinochet 2.


Reproduzco Editorial del Diario La Nación de Chile. 11 de diciembre de 2006.


Ni siquiera fue un buen soldado. No sólo traicionó al Presidente de la República. También a sus propios camaradas de armas que confiaron en él, en horas difíciles para la patria. Sabemos cómo retribuyó al general Prats su delicadeza. Tomará su tiempo asimilar el enorme daño que dejó su entronización en la jefatura del Ejército y del Estado.



Ni después de muertos se puede matizar con los dictadores. Pinochet fue uno más de ellos. Pero el más oprobioso de nuestra historia. De cara al pasado -pero sobre todo ante la inmensidad del futuro- no hay cupo para el recurso bizantino, que no es más que un subterfugio para calmar ciertas conciencias. Todas las chilenas y chilenos sabemos cuáles.
¿Qué “obra” suya puede compararse con los miles de asesinados, detenidos desaparecidos, torturados, exiliados, relegados, vejados en su dignidad, humillados, desplazados, puestos bajo “sospecha”?
Ninguna. Ni el “modelo”, que sus lugartenientes civiles buscan poner a resguardo, resiste la mirada de la decencia…
Por primera vez desde ese opaco martes 11 de septiembre de 1973, anoche, en miles de hogares fueron muchos los que durmieron en paz. Especialmente en las casas de los más humildes, las de la gente sencilla, esos que vieron en el Gobierno del Presidente Salvador Allende la posibilidad de un mundo mejor. ¡Al fin se abren las anchas alamedas!
Nos ha tomado un largo tiempo ir recuperándonos del campo arrasado por Pinochet. La niebla recién comienza a dejar ver el campamento.
Su voluntad de cremación es una enorme metáfora. En la pira griega lo bueno y lo malo tomaba su camino etéreo. Pinochet tomará mañana el suyo.
Habrá quienes busquen reivindicar un cierto legado del dictador. No lo hay. Ya vimos. Ante Pinochet sólo cabe el balance ético. Como de cara a cualquier dictador, rojo o negro. La gran lección del siglo XX que las mujeres y hombre libres hemos aprendido, es que la dignidad humana no admite atajos ni explicaciones para los regímenes de fuerza.


"Nunca más Pinochet"

El penoso tránsito a través de la muerte a otra vida ha sorprendido a Augusto Pinochet a la edad de 91 años, en el Hospital Militar con todos los servicios médicos del dispositivo dispuestos para socorrerlo, rodeado de sus cercanos, bien protegido por un Estado que ha sufragado gastos de protección, escoltas, ambulancia y atenciones permanente a diferencia de, como dijo un amigo, todos los que murieron solos, torturados, vejados, lanzados al mar, enterrados en hornos y desaparecidos. Como cristiano creo que la garantía de la salud y la dignidad de la vejez y de todas las edades, es un bien no solo reservado para los que detentan el poder, Pinochet y los que trabajaron cercanamente en su gobierno no creyeron nunca en eso, la vida de muchos no tenía el valor y el aprecio que cristianamente debe darse a todo ser humano, para ellos eran prescindibles y por lo tanto se podían eliminar. Hoy que recordamos las mofas y las burlas de las que fuimos objeto por Pinochet, cuando tenía todo el poder, nos cuesta aceptar las buenas palabras de nuestros altos dignatarios eclesiasticos que quieren vestir de bonhomía a quien en vida nunca se arrepintió de sus crimenes, de sus robos, de las falsificaciones de instrumentos públicos, de sus mentiras. En nuestra familia nos quedamos si saber el destino de nuestro primo Horacio Carabantes, detenido en 1974 en el regimiento Maipo de Valparaíso y desaparecido desde ese entonces, otros cercanos han sufrida penas como esta u horrores que es preferible no volver a narrar pero que no se pueden olvidar. Queda en Chile un vacío, no por la partida del dictador, si no por la falta de justicia para muchos.