domingo, julio 29, 2007

Huelga de Trabajadores del Cobre en Chile.

Transcurren los días y se mantiene la huelga de trabajadores del cobre subcontratados, en Chile. Los obreros movilizados representan uno de los peores inventos del neoliberalismo, la tercerización del trabajo, que una empresa puede realizar abaratando costos de seguros de salud, de pensiones, de seguridad, etc. traspasando, en el caso del cobre, faenas para que las realicen empresas subcontratistas. Estas últimas contratan obreros que hacen los mismos trabajos, similares a los que realizan los de la empresa principal (CODELCO), por sueldos hasta 5 veces inferiores. La violencia ejercida por un sistema, sordo al clamor de grandes grupos excluidos de la abundancia de las ganancias exorbitantes de unos pocos, ha provocado, en el caso de este conflicto, reacciones de fuerza, no justificables pero entendibles en este contexto de desesperación. La situación ha motivado la reacción de la Iglesia Católica, cuyos obispos han emitido una declaración que pone el acento en la injusticia social y advierte sobre la posibilidad de estallidos sociales que se incuban en este ambiente de marginación. A continuación se reproduce la declaración de los Obispos chilenos.
Desafíos de fondo en los recientes conflictos laborales
“Cambian las formas históricas en las que se expresa el trabajo humano, pero no deben cambiar sus exigencias permanentes, que se resumen en el respeto de los derechos inalienables del hombre que trabaja” (Compendio Doctrina Social de la Iglesia, Nº 319).
1. La subcontratación es una realidad muy extendida en el mundo, sobre todo en las grandes empresas. Progresivamente se ha ido convirtiendo en un mecanismo para disminuir los costos laborales, pudiendo afectar las condiciones de trabajo y la equidad en la remuneración, para elevar la productividad de las empresas. Desgraciadamente, en este régimen muchas veces el trabajo no se realiza en condiciones dignas y justas.
2. La ley que recientemente modificó en Chile las normas sobre el régimen de subcontratación ha constituido un avance significativo que corrige en parte esta grave injusticia, ya que avanza en equiparar las condiciones de trabajo de quienes realizan una misma labor para una misma empresa.
3. Sin embargo, el cambio de una realidad asentada durante largo tiempo suele generar tensiones y presionar hacia situaciones extremas, como hemos visto en diversos movimientos laborales, algunos lamentablemente acompañados de violencia. En este caso, como en otros, la violencia es el síntoma de una situación de inequidad evidente que no ha sido resuelta por nuestra sociedad. Los trabajadores tienen el legítimo derecho de movilizarse a través de sus organizaciones representativas para reclamar lo que la ley les confiere y en justicia les pertenece. Pero nada justifica la violencia ni el atropello a los derechos de otras personas.
4. Se requiere avanzar en el tema de la negociación colectiva en régimen de subcontratación, en el ámbito de la empresa. Los recientes episodios son una muestra de la insuficiente legislación en esta materia. El derecho a la negociación colectiva en términos efectivos, es un derecho básico que el concierto internacional y la propia Iglesia reconocen a los trabajadores. Este reconocimiento no es completo si por una formalidad se impide al trabajador entenderse con quienes más directamente se benefician con el fruto de su esfuerzo.
5. Hacemos un llamado a empresarios y trabajadores, a las autoridades de gobierno y a los legisladores, para que aborden estas situaciones con espíritu de concordia, procurando buscar el bienestar de quienes carecen de lo necesario para vivir. San Alberto Hurtado nos decía: “Habrá justicia social cuando sea el bien común y no el interés particular el que regule la distribución de los bienes” (¿Cómo remediar la desarticulación de la vida moderna?, 1939). Es preciso avanzar con rapidez y decisión hacia una dignidad del trabajo y el pleno respeto a los derechos básicos de los trabajadores.
6. Instamos a dignificar la política, que es una noble actividad humana, basada en el respeto a todo ser humano. Necesitamos escucharnos y abrirnos a buscar soluciones que integren los distintos puntos de vista, para resolver los dramáticos problemas de pobreza y trabajo precario que angustian a alrededor de un millón de chilenos. Esto sigue constituyendo un escándalo en un país que ha crecido tanto en los últimos años, que está siendo capaz de disminuir la pobreza, y que cuenta con recursos para construir una sociedad más justa y equitativa.
7. Nos aprestamos a iniciar el Mes de la Solidaridad, en que recordamos la palabra y la acción de san Alberto Hurtado. Él nos enseñó que sólo una síntesis plenamente humana nos permite encontrar el verdadero sentido al trabajo. Que su palabra visionaria de hace varias décadas nos ilumine en los importantes desafíos de hoy.

Por el Comité Permanente de la Conferencia Episcopal de Chile
†Alejandro Goic Karmelic Obispo de Rancagua Presidente
†Cristián Contreras Villarroel Obispo Auxiliar de SantiagoSecretario General

lunes, julio 09, 2007

La Audacia de Otro Paradigma

Buenos Aires - Mientras en Sudamérica se registra una tendencia hacia la formación de gobiernos de centro izquierda, en Europa se estaría consolidando la tendencia opuesta: un corrimiento político hacia el centro derecha. Esto lo confirmaría el triunfo en Francia del candidato presidencial de la derecha Nicolas Sarkozy, por más que su victoria señale una línea de continuidad política con su antecesor Jaques Chirac. Pero más aún lo ratificó, en 2006, el triunfo del centro derecha en Suecia, que accedió al gobierno luego de 70 años de la más estable de las socialdemocracias europeas. El panorama se completa con la presencia de gobiernos de este signo, por ejemplo, en Alemania y Polonia.Pero pese a los signos políticamente opuestos, la impresión es que tanto aquí como en Europa paradójicamente las principales razones de estos cambios son similares.En el caso europeo, ha entrado en crisis el modelo de “Estado de bienestar”, y como consecuencia su sistema de beneficios sociales (seguro de desempleo, subsidios varios, etc.), debido al alto costo que, por lo general, ya no es posible financiar con nuevos impuestos. En estos años, globalización mediante, en forma cada vez más creciente la actividad económica se desarrolla en diferentes lugares, lo cual ha reducido el control de cada Estado sobre los ingresos que pueden ser afectados por impuestos. A su vez, la baja o nula tasa de crecimiento demográfico ha reducido en gran medida la relación entre trabajadores activos (aportantes) y pasivos (jubilados y pensionados), por lo cual peligra la posibilidad de garantizar a futuro los actuales niveles de jubilaciones. Cómo financiar el explosivo gasto en educación, salud y demás “amortiguadores sociales”; una incógnita no resuelta de las últimas campañas electorales europeas.Este problema aumenta la incertidumbre en una sociedad poco dispuesta a renunciar a los beneficios conseguidos, y en la que grandes sectores gozan de un excelente nivel de bienestar, con una alta propensión al consumismo. La presencia de millones de inmigrantes dentro de los límites territoriales, a menudo en la marginalidad, y la presión en las fronteras de oleadas de desesperados en busca de un mejor futuro, hace que la seguridad, incluso en el plano laboral, sea uno de los principales temas de discusión. Para el sociólogo polaco Zygmunt Bauman, esa sociedad opulenta ha canjeado el valor de la libertad por el de la seguridad. Hoy, Europa es una suerte de gigantesco country, vecino a una también gigantesca villa miseria -África- de la que se siente constantemente amenazada.Pero si en Europa la cuestión es conservar beneficios, en Sudamérica el tema oscila entre ampliar los pocos que hay y llegar a gozar de algunos. Luego de dos décadas de dramático crecimiento de la desigualdad, la promesa por una mayor justicia social ha sido clave para el mencionado vuelco regional hacia la centro-izquierda. Y más allá de los matices y errores cometidos que revelarían un atento análisis político, no se puede negar que existe un gran esfuerzo por tratar de revertir la enorme deuda social de los Estados.Sin embargo, en esta era post-industrial y de mercado global, también en nuestro escenario cabe plantear el debate sobre el nuevo rol dirigente del Estado, en cuanto garante y agente de desarrollo, frente a los fracasos del Estado “mínimo”, Estado “ausente” y Estado “elefante”.No obstante, la sociedad no puede dejar de hacerse cargo de quienes hoy el mercado expulsa, so pena de tornarse inhumana. La respuesta no es fácil. Pero es sugestivo el camino que, cada vez más, parece indicar la “economía civil” según el modelo europeo, o las distintas expresiones de “economía social”, “solidaria”, “del trabajo” en América Latina, ese conjunto de empresas e iniciativas económicas que no tienen como único fin las utilidades. Las experiencias de este tipo de empresas, del cooperativismo al microcrédito, en muchos casos han aligerado la carga del Estado brindado trabajo y dignidad a quien de otro modo sólo habría podido vivir del subsidio público.Es un gran desafío, que supone una relación de confianza y cooperación entre empresas privadas, Estado y empresas de la economía social, siguiendo roles complementarios y subsidiarios.La audacia de afrontarlo implica un profundo cambio cultural, que resalta un paradigma económico distinto, permitiendo así que la economía actual incorpore conceptos como solidaridad, gratuidad, altruismo, fraternidad: para que el factor inclusivo sea la dignidad que confiere el trabajo, allí donde el mero mercado sólo podría crear exclusión.
Alberto Barlocci. Abogado y periodista. Director de la revista Ciudad Nueva