miércoles, agosto 15, 2012

Un buen día fatal


Iba todo bien, pese a la improvisación del coordinador de nuestro equipo de trabajo, habíamos salido más o menos bien parados de nuestra exposición sobre trabajo en red, el día comenzaba bien, el breake con te y pan con palta vino de perillas en una jornada fría y con visos de lluvia. El almuerzo en la oficina fue la rutina de siempre con una compañera mascullando asuntos de pega, nada entretenido. Mas tarde, a eso de las 15.30 estábamos, mi compañera y yo, frente al grupo de profesores de la escuela en la que haría una presentación sobre los últimos programas de prevención del consumo de drogas, para estudiantes. Al parecer les resultó interesante escuchar sobre los riesgos del consumo en adolescentes y la organización curricular para trabajar la temática en el aula.
La tarde se fue rápidamente, a la salida subir a un bus de acercamiento y de ahí al metro de vuelta a Villa Alemana, corriendo a la reunión del equipo de campaña a nuestro candidato alcalde revisando estrategias, salidas, actividades, problemas y posibilidades.
L a distracción del trabajo y la actividad política hacen que me olvide de las deudas, del frío sin calefacción en este invierno, de la tensión focalizada en la espalda que se desplaza hacia la cabeza y molesta el sueño, de las deudas, de las malditas deudas, que activan los fluidos gástricos que catalizan las ulceras que vuelven a avisar de su presencia con ese dolorcillo punzante.
La vuelta a casa en vísperas de festivo promete, a lo menso, una cerveza compartida para relajar el trajín y las preocupaciones sin embargo la desgracia logra aterrizarme en la dura y penca realidad de estos años negros, el derrame del vaso de cerveza sobre el notebook de mi esposa me despierta de este día que, con todos sus bemoles, prometía terminar como un buen día y que finalizó como la boca de un túnel en el que no se ve la luz de salida. 

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