viernes, septiembre 08, 2006

Pildora, el día despues.

Don Alejandro Goic, Obispo de la Iglesia Católica de Chile, debe ser uno de los últimos representantes de los Pastores que, en el Chile de la Dictadura, se la jugaron por la defensa de los Derechos Humanos. Ayer lo hemos visto en la televisión, haciendo duras declaraciones en contra del Gobierno, a propósito de las medidas sanitarias que el Ministerio de Salud ha tomado para hacer frente al aumento explosivo de embarazos adolescentes en los sectores más pobres de nuestra sociedad. Don Alejandro ha dicho, provocando mucho dolor a laicos, que como yo somos partidarios de la Concertación, que esta es una práctica propia de un gobierno totalitario, que se quiere destruir a la familia, que se está ignorando el derecho que tienen los padres a consentir o a negar conductas anticonceptivas en sus hijos o hijas. La verdad, es que nuestros pastores que, en el ejercicio de su dimensión profética, asumen la voz del Pueblo de Dios que somos todos los fieles, no representan esta vez la realidad que se vive cotidianamente en las comunidades cristianas a lo largo y ancho de nuestro país. ¿Sabe don Alejandro cuantos o cuantas integrantes de esas comunidades, que asisten a misa y comulgan periodicamente, usan o han usado anticonceptivos? ¿Se ha preguntado don Alejandro y el Comité Permanente del Episcopado que mueve a una mujer profesional, trabajadora o dueña de casa a limitar el crecimiento de la natalidad en sus Familias? ¿Han visto nuestros Pastores cuáles son las niñas de 14 años que podrían ser usuarias de esta posibilidad en los consultorios? ¿Saben que no estamos hablando de niñas provenientes de familias estables, sino de niñas que, a esa edad, son consumidoras de pasta base, alcohol y se prostituyen para mantener sus adicciones?, con familias casi inexistentes o con madres y padres que tienen las mismas prácticas que, de verdad,
les impiden hacer un discernimiento iluminador para acompañar las decisiones de sus hijos.
Don Alejandro, muchos laicos estamos esperando buenas nuevas que nos permitan mirar con esperanzas el futuro de nuestra patria, muchos laicos echamos de menos las denuncias contra el "capitalismo salvaje" que provoca exclusión, violencia, inequidad y que está a la base de realidades como que niñas de 14 y menos años tengan relaciones sexuales precoces y que en nuestros liceos se vaya haciendo normal la presencia de jóvene contagiados por el virus del SIDA. Como católico miro la realidad y los signos de los tiempos y me doy cuenta que allí donde campea la injusticia, la falta de afecto, la pobreza, la prostitución se hace patente nuestra ausencia, nuestra falta de compromiso, nuestra entrega real, sintiendo, tocando y asumiendo el dolor de hermanos y hermanas huerfanos de lo que a nosotros, en algunos casos, nos sobra.

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