lunes, diciembre 11, 2006

"Nunca más Pinochet"

El penoso tránsito a través de la muerte a otra vida ha sorprendido a Augusto Pinochet a la edad de 91 años, en el Hospital Militar con todos los servicios médicos del dispositivo dispuestos para socorrerlo, rodeado de sus cercanos, bien protegido por un Estado que ha sufragado gastos de protección, escoltas, ambulancia y atenciones permanente a diferencia de, como dijo un amigo, todos los que murieron solos, torturados, vejados, lanzados al mar, enterrados en hornos y desaparecidos. Como cristiano creo que la garantía de la salud y la dignidad de la vejez y de todas las edades, es un bien no solo reservado para los que detentan el poder, Pinochet y los que trabajaron cercanamente en su gobierno no creyeron nunca en eso, la vida de muchos no tenía el valor y el aprecio que cristianamente debe darse a todo ser humano, para ellos eran prescindibles y por lo tanto se podían eliminar. Hoy que recordamos las mofas y las burlas de las que fuimos objeto por Pinochet, cuando tenía todo el poder, nos cuesta aceptar las buenas palabras de nuestros altos dignatarios eclesiasticos que quieren vestir de bonhomía a quien en vida nunca se arrepintió de sus crimenes, de sus robos, de las falsificaciones de instrumentos públicos, de sus mentiras. En nuestra familia nos quedamos si saber el destino de nuestro primo Horacio Carabantes, detenido en 1974 en el regimiento Maipo de Valparaíso y desaparecido desde ese entonces, otros cercanos han sufrida penas como esta u horrores que es preferible no volver a narrar pero que no se pueden olvidar. Queda en Chile un vacío, no por la partida del dictador, si no por la falta de justicia para muchos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sobre Pinochet creo que siempre (hasta el final de sus días) estuvo preocupado de su gloria, su egolatría y pensando en el monumento. Por eso, no es extraño como los adherentes al General Pinochet se manifestaron en las jornadas críticas del General y posteriormente, en su muerte. Ese fanatismo y un increíble "culto a la personalidad" (comparándolo con el de Stalin en la URSS) es propio de lo que Pinochet deseaba: pensar en la monumentalidad de su persona y adquirir una pose histórica (cosa que la consiguió). Por eso, hasta su muerte, no hubo arrepentimiento ni superación de situaciones pasadas. Finalmente como nos dice Sergio Villalobos en el Manifiesto de Historiadores: "Después de todo, no debe extrañarnos. Ahí están la mentalidad y la arrogancia del estamento militar."